Retomando el discurrir
de mis pensamientos entrecruzados de aquellos días, a mitad de otoño, cuando se
desencadenaron los ciclones americanos, y lo que me sugirió un tiempito más
tarde el visionado de un documental sobre tormentas solares, me permito ahora
contar esta historia, o si lo prefieren, inventarla. Una historia que, antes de
reflexionarla, surgió de un modo instintivo en mi, inmediatamente, como un
‘latido’. Y cuando eso ocurre y mi cerebro racional se alinea con ese latido,
con esa certeza intuitiva, todo encaja y se confirma en la realidad.
Y
no quiero decir que esto sea verdad, sólo una aportación a las distintas
visiones…
Quiero ahora referirme especialmente al paso de “Sandy”
por la costa este norteamericana, por eso de que hasta hace muy poco solo
arrasaban a los hermanos del sur y esto resulta muy llamativo. En los últimos
tiempos, el país que había sido el paradigma del ‘progreso’ y el ‘desarrollo’,
invencible en todos los campos –junto con sus parientes europeos- ve caer sobre
sí una de las maldiciones de los pobres de la tierra y la arrasada NewOrleans
-quizás por negra, criolla y pecadora-, junto con sus vecinas del golfo, se
convierte con el tiempo en una advertencia, un aviso de lo que está por venir y
por descubrir (no olvidemos la gestión del desastre, la negligencia, la lenta
‘reconstrucción’, etc. en el país más poderoso de la tierra, el que intenta
urbanizar el espacio sideral).
Y
ahora golpea nuevamente y la ira de los elementos cae implacable y lo hace,
atención! en NewYork, casi el centro del universo capitalista. Y lo que en el
Sur es noticia climática repetida con su morbo casi cada año, allá es pura
conmoción, inconcebible realidad arrasadora que pone de manifiesto la tremenda
fragilidad del “desarrollo”: basta un vendaval endemoniado y unas lluvias
furiosas para que toda la ciudad colapse y se venga abajo. Vuelve a mí una más
o menos recurrente idea: si hubiese un boicot sincronizado –o escalonado, como
sea- en los tendidos eléctricos de los puntos estratégicos del planeta, mayormente
situados al norte, como es obvio, provocaría un caos inmediato. La alta
tecnología que rige hasta el más mínimo de nuestros gestos marcando la
‘diferencia’, la misma que sustenta su total hegemonía, sería su ‘perdición’,
su propia trampa, metáfora de la justicia divina.
Pensando,
reflexionando, divagando, especulando… de pronto se presenta ante mis ojos un
documental acerca de las tormentas solares. No voy a hablar de ellas en
detalle, entre otras cosas por ser profana en la materia, pero recojo unos cuantos
datos: casi continuamente el sol lanza unas llamaradas espectaculares, erupciones
y ‘eyecciones’ de masa(coronal?) regulares y las regala indiscriminadamente por
dondequiera, expulsando cientos de miles de partículas cargadas, algunas de las
cuales van directamente en dirección a la tierra a tal velocidad que es muy
difícil preverlas, y desencadenan potentes campos magnéticos, la mayoría de los
cuales son repelidos por la magnetosfera, pero unos pocos pueden atravesarla
sobrecargando la red eléctrica, después de haber achicharrado por el camino
satélites y demás artefactos espaciales. Resulta que, en los polos norte y sur
hay como un agujero donde la magnetósfera deja desprotegido el planeta; por ese
agujero -y eje que los comunica(?)- es por donde se cuelan los campos
magnéticos, en un patrón toroidal(?, me encanta introducir al toroide en el
asunto. De todos modos, no voy a extenderme en esto del agujero y el toroide,
pese a que me ‘atrae’ un montón… pero mi comprensión se ve limitada por mi desconocimiento,
baste cierta claridad en el conjunto y el hecho de sus efectos, la observación
del fenómeno…).
La
cuestión es que cada vez que una tormenta solar tiene suficiente magnitud y ‘pilla’
-o sorprende- a la tierra en la posición necesaria, su efecto puede ser
bastante devastador… según desde dónde se observe, naturalmente; y también del observador...
De cualquier modo, el efecto es casi inmediato, un poco escalonado quizás: redes
eléctricas fulminadas y consiguiente interrupción de las comunicaciones.
Además, como prácticamente la totalidad de actividades que configuran la vida
en la tierra, están supeditadas a la electricidad, todo el sistema empezaría a
derrumbarse: combustible, transporte y abastecimiento de agua; comercio; toda
la maquinaria productiva y administrativa, y las tecnologías que la hacen
posible y la sostienen; la atención sanitaria se vería seriamente afectada y,
rápidamente, cesaría el acceso a los alimentos y miles de etcéteras que sería
muy largo nombrar. Pánico, terror –suicidios???-
ante el súbito, irreversible e ‘injusto’ ‘apagón’ en la gran ruleta del mundo y
su parafernalia incomprensible al servicio del enorme casino financiero y su
mafia dirigente con sus billetes de mentira y sus fichas de juguete, un simple
apagón con un poder de devastación infinitamente mayor que cientos de miles de
misiles, tanques, incluso bombas nucleares o cualquier sofisticado armamento de
nueva generación… (qué penita!)
En
definitiva, colapso inmediato y hundimiento de la economía, caos... Pasar en
muy poco tiempo de la era espacial a la edad de piedra, y revertir la situación
costaría años y años (y en mi opinión, sería afortunadamente imposible).
Así
resulta que, desencadenado el problema con el sol, quien corre verdadero
peligro, quien es realmente vulnerable y se revela absolutamente frágil es el
soberbio y todopoderoso ‘norte’, el decadente ‘occidente’ que había llevado a
cabo el ‘progreso’ de la humanidad. Y justamente los países más afectados
serían los que conforman ese ‘eje del mal’ real donde se toman las decisiones y
de dónde proceden la mayor parte de nuestros problemas: USA, buena parte de
Europa –Rusia incluída-, China quizás… Y como los españoles no éramos
considerados europeos sino el norte del Africa, por una vez nos resulta
ventajosa esa situación, porque parece que nos afectaría muy poco.
Hay
constancia de la mayor tormenta solar registrada en 1859 –aunque la actividad
del sol no cesa, parece que se rige por ciclos de 11 años en los que es más
fácil la aparición de la ‘tormenta perfecta’-, que afectó sobre todo a
Inglaterra y colapsó su red telegráfica, la abrasó, y otra de menor intensidad
en el año 1989 en Canadá que provocó un apagón de 24 horas, con el consiguiente
desbarajuste.
Entonces,
pensando en el comentario del narrador del doc., acerca de lo que esto
significaba para el mundo -colapso y caos-, entendí que, al referirse al
‘mundo’ lo hacía de manera parcial, obviando las zonas ‘subdesarrolladas’, que
no tienen otra entidad que la de despensas y almacenes, proveedores gratuitos
de inmensos recursos naturales que las más ricas roban y atesoran.
Es
curioso, porque la voz en ‘off’ que narra el cuento, describe un escenario de
caos y pillaje, el colapso de la parte ‘importante’ del planeta, esa que vive
en la cuerda floja y la fragilidad de las bases que lo sostienen. Y olvida que
existe la otra parte del mundo, la que nada cuenta, la que ‘nada’ tiene. Como
si no existiera de manera autónoma en el plano de la vida en el planeta y sin
tener en cuenta una diferencia fundamental. Y es que los que nada tienen nada
pierden, sólo pueden ganar. Que a los pobres, los parias de la tierra, se les
presenta con ello su gran oportunidad de crecer y recuperarse, con el
conocimiento de todo aquello que no deben repetir, de los errores a evitar para
ocupar con armonía y respeto su lugar bajo el sol. Un sol que, como quiera, es
el que propicia y hace medrar la vida en nuestra MadreTierra.
Añadiendo
un tinte romántico y ensoñador, imagino el espectáculo impresionante y magnífico,
quizás inquietante, de esas llamaradas y la posterior puesta en escena de unas auroras
que podrán verse por todo el planeta, con un tinte y energía sedantes, un
holograma de calma y amor, transmitiendo la sensación de contemplar el
nacimiento de un nuevo mundo, y eclipsando la humareda lejana que va dejando el
fin de ese otro mundo imposible
Y
pensando, divagando, especulando, llego a la conclusión de que el imperio de
los amos del universo vive sometido a una nueva y poderosa amenaza ante la cual
se encuentra inerme, en esta cadena de eventos de diferente naturaleza que van
anunciando su extinción… A mi entender, son cuatro las ‘señales’, los síntomas,
los puntos débiles:
1 - Autodestrucción de la
cúpula/élite dominante, luchas internas por el poder
2 - Despertar exponencial de
la conciencia global, con su aporte a través de la creación de alternativas
viables que desequilibren la relación de poder
3 - Complicidad de la
madrenaturaleza y el clima, hasta del discurrir de la historia: es ahora, es
aquí, es YA
4 - La cantidad de
información muy importante que se está liberando respecto de sus actividades
más oscuras –creo que alguien ‘trabaja’ desde adentro- y la cantidad de
conocimiento que se está socializando y compartiendo, de modo cooperativo,
creando inteligencia y creatividad colectivas como arma poderosísima. Algo se
les ha ido de las manos, la maquinaria perfecta y sofisticada ha hecho aguas,
se han sobrestimado…
Todo
coincide, no hay casualidad, es una conjunción cósmica :hasta el sol y el
universo entero ‘conspiran’ para que se imparta justicia en nuestro mundo y
haya al fin la posibilidad de construir uno nuevo que siga el curso y los
ritmos de su propia naturaleza
Y
pensando, pienso que al fin ya nadie podrá controlar nuestras vidas y que cada
una dispondrá de su porción de aire, agua, tierra y fuego que alimenten y
calienten nuestros corazones unidos por el amor, para dar sentido a nuestro
caminar y al espacio que tenemos reservado como seres humanos.
Y
sintiendo ya otros mundos posibles, viviéndolos, digo a esceptic@s
desconocedor@s de ello:
Que nunca haya ocurrido algo, no quiere decir que no
pueda ocurrir alguna vez, que no pueda ocurrir nunca…que no pueda ocurrir YA
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* Añadir mi absoluta creencia en la gran
‘conspiración’. No creo que sea tan descabellada teniendo en cuenta que,
remontándonos a la época que queramos, toda la historia es una historia de
conspiraciones. Desde el momento que se establece el poder de unos hombres
–pocos- sobre otros –muchos-, ahí mismo nace la conspiración.